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Historia de la Ciudad

HISTORIA-2

Información revisada octubre de 2023

Las Palmas de Gran Canaria se ubica al nordeste de Gran Canaria, de la que es su capital. Una ciudad moderna, cosmopolita, con un clima suave y delicioso considerado a nivel internacional como “el mejor clima del mundo” –como lo demuestran numerosos estudios internacionales-, que ha sabido incorporarse a los nuevos tiempos sin perder sus líneas tradicionales.

Su trazado se extiende a lo largo de la franja costera que va desde la Isleta, al noroeste, hasta una parte del barrio de Jinámar, al sur, a lo largo de unos 10 kilómetros de litoral. En las últimas décadas también se ha extendido hacia el interior, sobre las planicies de las montañas que bordean la franja costera. Con una superficie que ya sobrepasa los 100 kilómetros cuadrados, acoge una población de derecho que alcanza casi los 400.000 habitantes, que con la población de hecho llega a más de 500.000. Hoy, por su población, es la novena ciudad española y la más poblada de Canarias.

En la actualidad comparte la capitalidad de la Comunidad Autónoma de Canarias con Santa Cruz de Tenerife, como dispone el Estatuto de Autonomía vigente. Su principal actividad radica en el sector servicios, sin olvidar la importancia estratégica y vital del Puerto de La Luz, el más grande de los de esta área del Atlántico y crucial para el tráfico de mercancías y pasajeros. También cuenta con un sector industrial en alza, en especial tras el establecimiento de la Zona Especial Canaria (ZEC) desde el año 2000.

Su alejamiento de los grandes núcleos de población aborígenes, como Gáldar y Telde, y el ser una zona poco poblada, la convirtió en lugar idóneo para asentar el campamento base desde el que iniciarse la conquista castellana de la isla. Así, la ciudad fue en sus inicios más campamento militar que urbe. Pronto el Real de Las Palmas, levantado en la margen derecha del barranco Guiniguada, fue el primer centro urbano ultramarino de Europa y sirvió como ejemplo para crear centenares de ciudades en América, desde la Patagonia a Estados Unidos.

Fundada oficialmente por el capitán Juan Rejón el 24 de junio de 1478, a orillas del Barranco Guiniguada, junto a un exuberante bosque de palmeras pronto se le conoció como el “Real de las Tres Palmas” y, no muchos años después, ya como la Villa de Las Palmas, que en 1515 recibió en título de Muy Noble Ciudad Real de Las Palmas, quedaría pronto configurada por el barrio de Vegueta, el de Triana y los asentamientos en los Riscos de San José, San Juan, San Roque y San Nicolás, el actual “centro histórico de la ciudad”

A lo largo del siglo XVI arribaron diversos grupos poblacionales tanto de diversas zonas de la península ibérica, como de Génova, Portugal, Países Bajos o norte de Francia, sin olvidar los de judíos y moriscos, vinculados a actividades mercantiles, a la introducción de nuevos y rentables cultivos como la caña de azúcar y la vid, o al antiguo comercio de la orchilla. El esplendor económico y el desarrollo urbano alcanzado en fechas tempranas del siglo XVI atrajo la atención tanto de comerciantes y marinos, como de piratas y algunas armadas enemigas, con ataques como los de Francis Drake en 1595 y el de Pieter Van der Does en 1599.

Tras casi dos siglos largos de decaimiento y letargo tras sus murallas, la ciudad recuperó el ánimo en los últimos años del siglo XVIII con la llegada de las ideas de la ilustración. La industria de la cochinilla y la construcción del nuevo puerto en el XIX sacan definitivamente a Las Palmas del letargo anterior, que se beneficia de la presencia y actividad de generaciones de jóvenes muy inquietos y de alcaldes sobresalientes como Antonio López Botas (1861-1868) o Ambrosio Hurtado de Mendoza (1903-1908). A mediados del diecinueve la ciudad comienza a extenderse hacia la bahía de La Isleta, el actual Puerto de La Luz, cuya construcción en 1883 propició la modernización de la ciudad. Sin el Puerto, Las Palmas de Gran Canaria sería otra. La construcción del Puerto de La Luz conllevó además una transformación económica, social y cultural que marcaría la aparición de una nueva ciudad con el comienzo del siglo XX. Entre el Puerto y Triana surgen los distritos de Los Arenales y la Ciudad Jardín, barrio propiciado en el siglo XIX por la colonia inglesa que introdujo nuevas costumbres.

La ciudad, como el Archipiélago en su conjunto, pese a la aparente bonanza económica, política y social de determinadas etapas, entre 1914 y la década de los años sesenta se vio aquejada por las consecuencias directas de dos guerras mundiales y de una guerra civil, con una situación enormemente difícil que afectó a amplias capas de la sociedad y la reaparición del fenómeno de la emigración a América con cotas muy altas. Todo ello conllevó un estancamiento del desarrollo con el que se había afrontado el comienzo del siglo XX, que incidió en muchos barrios de la capital, a la vez que, junto a una represión política y social, la crisis económica fue el factor predominante, en la que la actividad municipal tuvo que redoblar sus esfuerzos, como los afrontados por alcaldes como los hermanos Emilio y Bernardino Valle Gracia (1917-1920 y 1920-1922), José Mesa y López (1922-1923 y 1929-1931), Nicolás Díaz Saavedra (1931-1932) o José Ramírez Bethencourt (1935-1936 y 1953-1970)
Pero la capital no paraba de crecer impulsada por una patente emigración interior. Esto, junto a determinados intereses, exigían la expansión sobre los territorios colindantes del antiguo Municipio de San Lorenzo, cuyo primer alcalde conocido, el capitán Lázaro de Ortega, data del año 1634. Tras intentos muy diversos los 51.000 km2 del Municipio de San Lorenzo fueron incorporados –manu militari- al Municipio de Las Palmas (que desde septiembre de 1939 pasó a denominarse oficialmente de “Las Palmas de Gran Canaria”) por acuerdo del Consejo de Ministros del 9 de noviembre de 1939 y muchos de sus antiguos ediles y concejales sufrieron, como consecuencia de la Guerra Civil, años de persecución y represión por motivos políticos e ideológicos, como uno de sus últimos alcaldes, Juan Santana Vega, que fue fusilado. Hoy la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria reconoce y resalta que el municipio y su territorio está constituido en base a dos antiguos y señeros municipios de Gran Canaria y, sin olvidar sus respectivas historias, honrarlas y resaltarlas, mira al futuro y al progreso desde la solidaridad y la unidad de toda su ciudadanía.

En los años sesenta del siglo pasado la recuperación gradual del turismo, junto a otros sectores vinculados a la actividad mercantil y portuaria, permitieron una paulatina reactivación de la vida económica capitalina. A partir de los barrios de Schamann y de Escaleritas, la denominada “Ciudad Alta”, su crecimiento no ha parado hasta la actualidad, tanto en la zona de Las Rehoyas, como en la de La Feria, Siete Palmas y Tamaraceite, cuando ya casi alcanza los propios límites del municipio en muchos puntos. Al sur de Vegueta crecerán barrios antiguos como San José, San Cristóbal u Hoya de la Plata, y aparecerán otros nuevos como Casablanca, Salto del Negro o Jinámar, sin olvidar el crecimiento de los antiguos “riscos” de San Juan, San Roque o San Nicolás, donde la urbanización llega a la misma cima de aquellas altas laderas. Además, se dan transformaciones significativas en la red viaria de la ciudad que cambian su propia fisionomía, como la construcción de la avenida marítima, los accesos hacia el norte y el sur, la desaparición del histórico Barranco Guiniguada bajo la nueva carretera del Centro, junto a modernas instalaciones sanitarias como la Clínica del Pino o el Hospital Insular.

En el Puerto de La Luz, donde la existencia de dos espléndidas playas que permiten disfrutar del sol y del baño a lo largo de todo el año, como la de Las Canteras, considerada una de las mejores playas urbanas del mundo, o la de Las Alcaravaneras, con una actividad deportiva muy variada, aparece todo un enorme entramado hotelero, restaurantes, discotecas, terrazas nocturnas y un soberbio y moderno Auditorio que lleva el nombre del tenor Alfredo Kraus, oriundo de esta ciudad, que hacen de la ciudad un lugar para disfrutar en cualquier momento del año.

De todo este proceso resultó la ciudad actual, que debió acoger, y en la actualidad aún lo hace, nuevos contingentes humanos con usos, costumbres y hábitos culturales desconocidos o no habituales en la isla. No es de extrañar que todos estos avatares y procesos sociales, económicos y culturales tengan una incidencia directa en la misma idiosincrasia de la ciudad actual y sea santo y seña de esta nueva población y de su nueva forma de ser y de sentir.